domingo, 23 de abril de 2006

Malos hábitos.

Me duele la cabeza terriblemente, y ojalá fuese porque me entretuve de lo lindo en alguna parte. Pero no, me duele porque me desperté a las once de la noche.

... Antecedentes: Lo último que recuerdo es que desperté de la cama de mi hermana, las vi a ella y a la hija de la Señora Irene (una persona muy bondadosa que limpia la casa cada vez que la llamamos, a cambio de dinero claro) en el computador, balbuceé algo sobre esperar a que se instalara el antivirus, me fui a mi pieza y me lancé a mi cama.
Eso como a las cinco de la tarde.

Ahora estoy mal. No sólo porque no pude contestar muy bien la prueba de electromagnetismo, sino porque mi cuerpo ya no resiste tantos embates. Me desperté apurado a las nueve y media y llegué una hora atrasado a la prueba, a pesar que fue mi culpa bajarle el volumen a la radio y volverme a dormir, lo cuál ocurrió porque me fui a dormir a las cuatro de la mañana y lo puse a las seis.

Aunque debo admitir que no fue del todo malo este día. Durante mi estadía en la micro, conocí a un artista. Un viejo ya con canosidades y calvicie notorias, con una chaqueta y gorro que le daban un aire retro, como alguien que se estanca en el tiempo y rememora viejas épocas. Ahí estaba él, recitando poemas que no conocía, y hablando de tiempos que no fueron ni mejores ni peores, pero que fueron. Vaya que sabe, me dije. No sólo de poesía, sino de historia y de muchas otras cosas. Quizás sea porque lo observaba como un niño frente a su sabio padre, pero él después de pedir algo de dinero por recitar, se quedó conversando conmigo. Me contó de instrumentos chilenos, de la lengua chilena (me entregó unn folleto de vocablos mapuches que aún conservo y pienso colgar en el diario mural), de cómo su padre se las ingeniaba para vivir y él también lo hacía. Sobre como ha recorrido Chile y parte de Latinoamércia, sobre esa vez que Patricio Bañados le pagó 27 lucas por darle unos minutos de televisión. Él se notaba que tenía fe, y esperanza, y quizás por eso tanta gente lo conoce, lo recuerda por su voz o su imagen. De hecho, la persona que estaba sentada al lado mío me contaba sobre la vez que actuó como borracho en un bar de Valparaíso. Para mí fue muy tranquilizador escucharlo, me hizo olvidar de una "úlcera de pruebas" que aparece en esos momentos, y me hizo pensar... Si él se sentía tan bien así, con mil pesos más de los que esperaba recolectar en el bolsillo, con el número de teléfono de un futuro filósofo que quiere ser su amigo, con todos los chinos que visita cada semana, con conocimientos de cocina, literatura y cultura, y con una mujer que lo ama a pesar de no entenderle a veces.... ¿Debería sentirme desdichado? ¿debería sentirme mal sólo porque llego atrasado a una prueba que ni siquiera debería dar, por tantos proyectos que yo me impongo (voy a enviar unas propuestas para pintar la muralla del baño de la facultad, y el presidente deL CEC me pidió que elaborase un proyecto de evaluación y construcción de nueva infraestructura para la facultad de ciencias), porque me falta una polola que ni siquiera me he dado un mínimo estímulo para buscar? ¿acaso no debería sentirme agradecido de que tengo una casa, dinero para comer, ir a la U y estudiar allí, una familia que me quiere demasiado, y amigos que a pesar que no veo muy seguido me estiman de la misma manera que los estimo a ellos?

Bueno, quizás y esté increíblemente molesto porque el antivirus no se reinstala (no sé por qué a mi papá se le ocurrió desactivarlo), o porque se me tapa la nariz con mucosidades, pero podría estar peor, y es mejor estar así. Mejor tener fe y esperanzas de que será un día mejor el de mañana.

Me pregunto, ¿Cómo podría ayudar a que mi entorno, mi ciudad, mi comuna estén mejor? Hoy vi Santiago cubierto de una nube de smog demasiado densa, y me da pena verla, porque a pesar de todas las falencias, este es el lugar donde vivo. Y me gustaría que el lugar donde vivo sea mejor, con un entorno limpio, con gente que no se siente molesta por viajar o por vivir. Sin prisa.

Ya, mejor dejo de pensar y me voy a dormir... De nuevo, espero lograrlo. A propósito, ¿Alguien ubica el nombre de esta persona, la que recita? Más o menos bajito, metro sesenta, gordo, con unos ojos marrones (¿O verdes? no lo recuerdo) bastante penetrantes, calvicie por arriba, un mechón que le cruza la misma, un gorro de taxista, chaqeta marrón. Recita poesías, actúa como loco o curado sin serlo, critica lo que está mal en Chile y el mundo, gusta de conversar y de aprender lo que conversa. Y, sobre todo, tiene fe. Si alguien lo ha visto, o sabe de quién se trata, díganmelo para anotarlo y, en unos años más, comentárselo a mis hijos y nietos. Sobre el hombre que le daba esperanzas a los transeúntes.

jueves, 20 de abril de 2006

¡Tú!

Debo admitir que este día ocurrió algo que no muchas veces ocurre: Los tres nos cepillamos los dientes.

¿Cómo? Bueno, entiendan que por lo general o me voy antes o después de las 7:45, hora en la que mis hermanos por lo general dan sus últimos arreglos para ir al colegio. Pero esta vez quise levantarme temprano para poder componer la canción que quiero dejar en el concurso de covers. Así que me vi frente al espejo, lavándome los dientes con Francisca a un lado y Felipe al otro.

Y ahí me dije "¡Oh! Justo en las edades!"

Claro, ya dije que iba a hablar sobre esto unos meses atrás, pero lo recordé en ese momento. Más que nada, el problema recae en el conflicto generado entre un preadolescente, una adolescente y un postadolescente, en teoría. Primero, los participantes.
Francisca se caracteriza por tener una personalidad fuerte. Muy crítica de los que la rodean, obstinada, bastante mandona (casi como una madre). Para ella todos pueden ser aún más estúpidos de lo que ve, y claro, nosotros también podemos caer de repente en la categoría. Al ya tener 15 a 16 años, también está en pleno zapateo hormonal (concepto acuñado por mi madre), lo que la deja con los clásicos estados variables de ánimo y un desarrollo corporal notable, otra razón más para considerar a sus compañeros masculinos como unos babosos.
Felipe, él sera probablemente el primero de la hermandad que tendrá polola. "Tallero" en extremo, verdadero comediante de la burla entre sus pares. Más encima, bajo la tendencia que le proponían sus amigos y el emulador de PLayStation, terminó en las modas de punk melódico y demases variaciones del género. Claro, para mí es otro estilo con sus buenas y malas canciones, pero a él le cayeron directo en el cerebro, al igual que ese sentimiento anti-flaite que juraba perdido en las ondas de radio que ya deben de estar pasando por el sol. Poco tolerante, fácil de enfurecer, no soporta que lo insulten a pesar de molestar a medio curso.
Nelson, el que escribe, pasó a ser un participante mudo de la historia, con el poco tiempo que paso en la casa (casi siempre frente al computador). De repente y lanza sus comentarios locos, empieza a actuar alocadamente y actúa de maneras inexplicables. Coleccionista obsesivo, sumergido en las maravillas del internet. Un cuasi docto en folklore contemporáneo. La persona más paciente y reflexiva del trío.

Ya lo ven venir, ¿No?

Ahora a los conflictos. Entre Francisca y yo casi no nos hablamos, más que nada por el tiempo. Sus prejuicios hacia lo masculino también la están alejando, pero igual nos respetamos y nos queremos. Casi nunca peleamos, excepto cuando en verdad ella está equivocada y necesito hacerla entrar en razón. Entre Felipe y yo conversamos más, debido a nuestra competencia por el computador cuando vuelvo de la universidad. Básicamente, me molesta por lo que hago, y le respondo con lo que él hace. Igual gana al final, pero no me importa. Aparte de eso, existe cierto respeto, en el cuál si uno de los dos hace algo indebido se lo dice al otro para que lo rectifique. Ahora bien, el problema mayor ocurre entre Francisca y Felipe, quienes se insultan y pelean bastante seguido.

La forma omo ocurren estas peleas es casi predecible: Uno apunta al otro algo que no está haciendo bien. El otro se molesta por ello, y lanza un comentario. El uno se irrita frente al comentario y responde de forma más ácida. Se repite el círculo hasta que uno de los dos lanza un insulto que molesta sobremanera al otro. Empiezan los golpes, a falta de palabras. Y por lo general yo o la mamá los separamos, si no es que éstos se enfurecen a tal nivel que se encierran en sus piezas. Felipe alega que le carga que lo insulten. Francisca alega que Felipe es idiota... Al final, nadie asume culpabilidad alguna. Y ahí quedamos.

¿Qué se puede hacer frente a esto? He conversado varias veces al respecto con cada una de las partes. A Felipe le recomiendo que no se enfurezca tan rápido, y que no pesque tanto los comentarios de Francisca. A Francisca le digo que deje de tratar a Felipe como un niño, y que no es necesario insultar para corregir. Aún así, las peleas siguen, y sigo separando. Confiemos en que los años nos hagan madurar....